Mi taller se encuentra en un rincón especial de Málaga, en lo alto de la Colina del Candado, desde donde se puede contemplar una vista serena y luminosa de la ciudad. Es un espacio íntimo y lleno de calma, rodeado de pinos y naturaleza, donde el tiempo parece detenerse para dar paso a la creación.
Aquí, entre el canto de los pájaros y el rumor del mar a lo lejos, doy forma a mis piezas en el torno, las cuezo en mi horno cerámico y experimento con nuevas texturas y volúmenes. El entorno me inspira profundamente: es como si la tierra, el aire y la luz malagueña se colaran en cada obra.
El jardín que rodea el taller también forma parte de mi universo creativo. Las paredes están decoradas con murales cerámicos hechos por mí, que dialogan con las plantas, las sombras y los colores del día. Este espacio no es solo un lugar de trabajo: es un refugio, una extensión de mi alma y de mi manera de entender el arte.